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Franz Kafka, en el I Centenario de su muerte

Franz Kafka

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Franz Kafka, en el I Centenario de su muerte

Franz Kafka, en el I Centenario de su muerte

El autor que no quería pasar a la posteridad y se convirtió, después de su muerte, en un referente imprescindible de la literatura universal.

Ana Alejandre
El 3 de junio de 1924, se conmemora el I Centenario del fallecimiento de Franz Kafka, autor checo imprescindible en la literatura del siglo XX, a pesar de ser reacio en su corta vida de publicar sus novelas a las que ordenó destruir. Con tan solo 40 años murió de tuberculosis en Klosterneuburg (Austria) en la citada fecha del principio de este párrafo.

Por el hecho de encargar que se destruyeran sus novelas a las que dejó inconclusas fue este el motivo de que hasta décadas después de su muerte no se llegara a conocer su extraordinaria obra literaria. Fue en Francia donde se produjo el descubrimiento de su obra, después de la caída de los nazis. A pesar de su valiosa producción literaria, no obtuvo el beneplácito de todos, ya que los comunistas lo consideraron decadente. Fue prohibido por los soviéticos y hasta en su propia cuna natal, Checoslovaquia, fue un autor marginado y olvidado.

El despliegue editorial de este año 2024 dedicado a las obras de Kafka son interminables y están en todas las librerías. No queda nada sin publicar de este insigne autor, pues este año se han publicado los dibujos inéditos de este magno escritor

Se le puede considerar un autor en lengua alemana que en su obra literaria inicia los profundos cambios que experimentaría la literatura europea en las primeras décadas del siglo XX. Fue el escritor que dejó en desuso el realismo decimonónico y creó obras narrativas formadas con parábolas de inquietante e inacabable riqueza simbólica, protagonizadas por antihéroes perdidos en un mundo caótico e incomprensible. Sus novelas ofrecen una realidad que el lector puede identificar como estampas cotidianas y reconocibles, pero que están sometidas a perturbadoras mutaciones que llevan al lector hacia una angustiosa y opresora pesadilla que vienen a simbolizar los miedos y angustias que asedian al ser humano actual.

Fran Kafka era hijo de una familia de comerciantes judíos, nacido el 3 de julio de 1883, en Praga, Reino de Bohemia, Imperio austrohúngaro. Su formación la hizo en el ambiente cultural alemán. Su padre Hermann Kafka, había ascendido a una buena posición económica a través de un matrimonio provechoso y, por ello, pudo pagarle una buena formación académica a su hijo mayor, Franz, en uno de los prestigiosos colegios alemanes de Praga. Cuando finalizó el bachillerato, en el año 1901, su progenitor le obligó a estudiar leyes, carrera por la que nunca se sintió atraído, doctorándose en Derecho en 1906.
Durante su temprana juventud, Kafka participó con frecuencia en las reuniones de los anarquistas checos. A los 15 años, se había hecho socialista y simpatizaba con los objetivos de la Escuela Libre o Moderna. Invitado a participar en octubre de 1909 en una manifestación contra la ejecución del fundador de este movimiento de educación libertaria, el anarquista español Francisco Ferrer, “acudió, pero la reunión fue disuelta por la policía”.

Durante sus estudios universitarios tuvo la posibilidad de leer libros de filosofía y diferentes obras literarias de numerosos autores, como también conoció al futuro escritor y crítico literario Max Brod, con quien entabló una profunda amistad que duró toda la vida de Kafka. Las dos personalidades tan contrapuestas como eran la del. Introvertido y tímido Kafka, aficionado a la soledad y al aislamiento, formaba un curioso contraste con la personalidad activa y entusiasta de Brod.

Una vez terminados sus estudios de abogacía, ejerció en diversos bufetes de abogados y, a partir de 1908, en una compañía de seguros de Praga. Trabajo en dicha empresa con puntualidad y eficiencia alemanas, lo que le sirvió para ascender, a pesar de que Kafka no tenía ambición profesional alguna en ese sector de actividad. A pesar del aburrimiento que le provocaba ese trabajo no fue hasta 1920 cuando cesó en dicha actividad debido a su precaria salud, a pesar de que solo iba a trabajar por las mañanas y por las tardes se dedicaba a escribir. A partir de su cese en el trabajo por su incipiente tuberculosis, se dedicó de lleno a cultivar su verdadera pasión como era la literatura.

Fue cuando le diagnosticaron la tuberculosis, en 1917, cuando rompió su compromiso Matrimonial con Felice Bauer, a la que había conocido en 1912, a través de su gran amigo, Max Brod. En esos cinco años de relación amorosa hubo varias rupturas y reconciliaciones debidas a las permanentes dudas y vacilaciones de Kafka. Además, en ese mismo año del diagnóstico, tuvo que abandonar su idea de marchar a Palestina, viaje que le sugirió su amistad don Yitzchak Lowy, actor de teatro yiddish, quien le hizo interesarse por la religión y mística judías que tuvieron sobre el escritor una fuerte influencia y que le hicieron adherirse al sionismo.
En 1913, el editor Rowohlt había aceptado publicar el primer libro de Kafka, Meditaciones, fragmentos cortos en prosa que revelan la inquietud espiritual incisiva del escritor y su estilo innegablemente innovador, a la vez que lírico, musical y dramático. Los textos eran párrafos extraídos de su diario personal por sugerencia de su amigo Max Brod. Kafka hizo una selección de una serie de episodios del Diario que había comenzado en 1910 y que siguió escribiendo sin descanso, hasta el año de su muerte. El libro no obtuvo ninguna resonancia y los siguientes publicados tampoco obtuvieron éxito, a no ser en un círculo cercano al autor de amigos y admiradores incondicionales que siempre le apoyaban.

Las obras más importantes y significativas de su creación fueron escritas en una etapa muy prolífica que comenzó después de su ruptura sentimental con Felice Bauer, coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial. A pesar de la dificultad que presentan sus obras en cuanto a su significado final, todas ofrecen una evidente claridad expositiva y estilística en cuanto al discurrir de lo narrado. Eso se puede apreciar en La metamorfosis (1915), en la que el gris viajante de comercio, Gregorio Samsa, se convierte en un horrendo insecto, pero todo ello narrado con total normalidad que contrasta con la aberrante situación que plantea.

Otra de sus obras más importantes, Carta al padre, que le motivó la oposición de su padre a contraer matrimonio con la joven checa Julie Wohryzek, a la que conoció en un sanatorio de Kierling, cerca de Viena, donde estuvo ingresado, después de pasar temporadas en otros sanatorios en los Alpes italianos. Esa oposición paterna fue lo que inspiró a Kafka la citada obra, escrita en 1919, que nunca fue enviada a su progenitor, pero que fue publicada después de su muerte.

Más tarde, en 1920, conoció a la traductora y periodista checa Milena jessenská con la que mantuvo una profunda relación sentimental, pero ella estaba casada y no tuvieron la determinación suficiente ni el escritor ni ella para romper dicho matrimonio y en 1921 comenzó el distanciamiento entre ellos. Esta relación fallida le inspiró la obra epistolar Cartas a Milena.

Cuando salió de ese sanatorio se fue a vivir a una casa de campo, propiedad de su hermana, en cuyo lugar escribió El castillo. Ya muy avanzada la enfermedad, llegó a su vida la joven Dora Diamant, que representó para él el gran amor que había buscado siempre y que le hizo nacer esperanza de un futuro compartido. Pero la mala suerte le acompañaba en el amor y en su salud, pues en abril del siguiente año su enfermedad se agravó. Falleció el 3 de junio de 1924, acompañado de su amigo Max Brod y de su tío Siegfried y de dora Diamant, en el sanatorio de kierling.

Se estableció entonces en una casa de campo adquirida por su hermana, en la que escribió El castillo. En 1923, con la enfermedad ya muy avanzada, conoció a la jovencísima y vital Dora Diamant, el gran amor que había anhelado siempre, y que le devolvió brevemente la esperanza. Pero en abril del año siguiente sus dolencias se agravaron; en compañía de Dora Diamant, de su amigo Max Brod y de su tío Siegfried, falleció el 3 de junio de 1924 en el sanatorio de Kierling.
Franz Kafka, en su extraordinaria obra literaria, denuncia magistralmente la maraña burocrática, los laberintos legales para los profanos en leyes y la indefensión de todo ciudadano ante la maquinaria burocrática del estado que lo aplasta sin darle posibilidad de escapar de ella. El término kafkiano se ha hecho mundialmente conocido y utilizado como sinónimo de lo absurdo-siniestro que esta sociedad, de antes y ahora, representa para el ser humano que se ve sin posibilidad de defensa alguna ante el caos.

Hay tantos estudios y análisis de la obra de Kafka, que ya forman por sí mismos, un género literario. La mayor parte de ellos se fijan en el simbolismo utilizado por el autor, creador de atmósferas surrealistas de pesadilla, en las que hay especialistas que advierten en ellas cierto fondo teológico en el que subyace una cierta culpabilidad metafísica. Se suele por ello, encontrar coincidencias entre el expresionismo que antecede al existencialismo, otorgándole todo ello un cierto sentido misterioso y enigmático. Sartre ya afirmaba que el universo creado por Kafka es, al mismo tiempo, verdadero y rigurosamente fantástico, lo que le dota de una “inquietante extrañeza”, al ofrecer una realidad que no es normal ni cotidiana

Kafka es un escritor inclasificable en ninguno de los géneros conocidos, pero es autor de una obra inmortal que ha dejado a los lectores que la siguen leyendo entre la curiosidad, la fascinación y la angustia que deviene de sus textos, porque en ellos se identifica cada lector, aunque no sepa bien por qué, que se siente atrapado en el singular universo kafkiano.

 

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