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Colapso cultural

Colapso cultural

 

Colapso cultural

COLAPSO CULTURAL

"Los hombres no escogen nunca el mal pensando que es mal, sino que se engañan por una cierta similitud con el bien.No hay maldad tan mala como la que nace de la semilla del bien.” (Baldassare Castiglione)

Angel Sánchez Garcia

Una de las cuestiones más debatidas por la Filosofía ha sido la de juzgar la naturaleza humana. Desde “El hombre es un lobo por el hombre" de Plauto, hasta “El hombre es algo sagrado para el hombre” de Séneca en la Antigüedad, todas las filosofías e ideologías posteriores han debatido sobre este apasionante tema. Los seres humanos, ¿somos esencialmente buenos o malos? Creo que somos una mezcla de ambos, bondad y maldad, porque ejercemos eso que se llama Libre Albedrío. La Libertad nace esencialmente para ejercerse y, tal como cuando nos sacamos el carné de conducir, a conducir se aprende esencialmente conduciendo como a ser libre se aprende eligiendo (y descartando) y, como no puede ser de otra manera, a vivir se aprende viviendo.

Para circular, como para vivir, son importantes pero no vitales unas lecciones teóricas, que es eso que llamamos cultura, y que resulta inútil si no surge de la curiosidad. Vitales son en cambio, los conocimientos acumulados a través de la experiencia y asimilados a través de la mayor necesidad y curiosidad de todas, cultura en sentido original, esa que los antiguos describirían como: “Conócete a ti mismo", que es ese aforismo que coronaba el frontispicio del templo de Apolo en Delfos y, constituye a mi entender, una lapidaria necesidad si se quiere ser afortunado en la vida. Del conocimiento de sí mismo surge la Virtud, de la Virtud la Fortuna.

El problema de la Filosofía e ideologías modernas y posmodernas, es que se centran en los aspectos más vanidosos del conocimiento, confunden ese conócete a ti mismo con el quiérete u ódiate a ti mismo, y olvidan los aspectos más prácticos del conocimiento; y es que nada tiene valor si no sirve para su propósito, y el propósito del ser humano no es mirarse al espejo enamorado o enojado consigo mismo, sino andar en búsqueda de sentido y de virtud.

Llegado a este punto, me pregunto, y quizás tú lector también, para qué sirve saber si somos buenos o malos, si tal ideología o programa es bueno o malo, si tal conducta, acción u omisión en una persona o grupo de personas, es esencialmente buena o mala. Respondo a ello con, para poco si el punto de vista con el que enjuiciamos cualquier realidad, se aparta de la realidad. La realidad tiene vida propia y hemos de respetarla. La subjetividad en su afán por controlarla, puede derivar en la tiranía y en el caos.

Hemos llegado en nuestra decadente cultura occidental a ser indiferentes a la realidad, indiferentes e indolentes a la necesidad de plantearnos honestamente quiénes somos y si nos conducimos en la vida con integridad y virtud. Toda la crispación social existente, toda esa soberbia y autosatisfacción cultural y tecnológica nos ha conducido a convertirnos en jueces de todo y todos pero ignorantes de nosotros mismos. Hemos sustituido la curiosidad por la ociosidad y, hemos reproducido todos los vicios y defectos de una sociedad opulenta y decadente.

No es más importante la subjetividad que la objetividad, ni yo soy más importante que tú y viceversa. El único espacio de encuentro posible entre los seres humanos es que todos se conduzcan en la vida con libertad pero observando las mínimas normas de circulación y la calzada común sobre la que transitamos.

Hoy lamentablemente olvidamos que para vivir la norma es la búsqueda de propósito, de la misma manera que nos ponemos en marcha con un destino.

Desgastamos nuestras energías en vivir sin propósito y sin destino, de manera que llegados a este punto colapsamos por cansancio o aburrimiento.

Este es el escenario perfecto para que la Maldad se instale cómodamente en nosotros gozosa ante nuestra indolencia y pasividad. Ya nada o muy poco escandaliza, y sin embargo, el ser humano no es capaz de conducirse en la vida sin un mínimo sentido de justicia, que es esa campanada en la conciencia que nos avisa ante la amenaza de vernos arrollados por quienes circulan en la vida con temeridad o en dirección contraria o por las consecuencias de nuestros errores. Sí, eres libre, pero tu libertad no es el fin, sino el medio para alcanzar un noble propósito.

El conflicto está pues servido, entre quienes viven para encontrar su propósito en la vida y quienes desisten de ello por puro egoísmo, hedonismo, cansancio, aburrimiento o hastío vital.

La mediocridad hoy día es la corrupción de los soberbios y, la pólvora de una civilización, la nuestra, que está a punto de colapsar.

 

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